La Segunda Declaración de La Habana, como la revolución cubana misma, hace época en América Latina. No es sólo que el acontecimiento marca un antes y un después, sino también que hoy leemos la historia de lo que había venido antes con los lentes de lo que se proclamó aquel 4 de febrero de 1962. La Declaración –en parte una respuesta a la expulsión de Cuba de la OEA– fue leída por el compañero Fidel ante un grupo de dos millones de hombres y mujeres congregados en la Plaza de la Revolución, quienes lo ratificaron en un acto de democracia directa y popular.
El texto prendió la luz del internacionalismo consecuente en nuestro continente. Sin el más mínimo rasgo de chovinismo, la Segunda Declaración expresa una solidaridad inquebrantable con los pueblos de América Latina y del mundo. El posicionamiento es tanto moral como político: con speech-acts como éste la revolución cubana estrena una inédita práctica discursiva, cuyo rasgo sobresaliente es asumir en la palestra mundial un terreno impecablemente ético. Más adelante este cambio de paradigma se concretará en la “batalla de ideas”.
La trascendencia de la Declaración –su transformar del discurso revolucionario latinoamericano y mundial– hace difícil ubicar con precisión los nuevos elementos y aportes. Sin embargo, junto con un internacionalismo resuelto y heroico, un registro ético-político, y una búsqueda de un bloque revolucionario específicamente latinoamericano, el texto se destaca por lograr una integración sinérgica de martianismo y marxismo. La elocución comienza con las palabras esencialmente leninistas del prócer cubano sobre el imperialismo norteamericano y termina con una referencia a la “marcha de gigantes”. Estos gigantes martianos caminan hacia una irrenunciable independencia que es claramente socialista.
El texto prendió la luz del internacionalismo consecuente en nuestro continente. Sin el más mínimo rasgo de chovinismo, la Segunda Declaración expresa una solidaridad inquebrantable con los pueblos de América Latina y del mundo. El posicionamiento es tanto moral como político: con speech-acts como éste la revolución cubana estrena una inédita práctica discursiva, cuyo rasgo sobresaliente es asumir en la palestra mundial un terreno impecablemente ético. Más adelante este cambio de paradigma se concretará en la “batalla de ideas”.
La trascendencia de la Declaración –su transformar del discurso revolucionario latinoamericano y mundial– hace difícil ubicar con precisión los nuevos elementos y aportes. Sin embargo, junto con un internacionalismo resuelto y heroico, un registro ético-político, y una búsqueda de un bloque revolucionario específicamente latinoamericano, el texto se destaca por lograr una integración sinérgica de martianismo y marxismo. La elocución comienza con las palabras esencialmente leninistas del prócer cubano sobre el imperialismo norteamericano y termina con una referencia a la “marcha de gigantes”. Estos gigantes martianos caminan hacia una irrenunciable independencia que es claramente socialista.
VIDEOS CON EXTRACTOS DE LA SEGUNDA DECLARACIÓN DE LA HABANA:
AQUI LA SEGUNDA DECLARACIÓN DE LA HABANA EN PDF
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