“La persistencia del marxismo (Entrevista con Adolfo Sánchez Vázquez)”: Gabriel Vargas Lozano
Pregunta. Por medio de diversos ensayos como su Postscriptum político-filosófico conocemos algunos de los principales rasgos de su evolución teórica. Sabemos que una práctica poética y otra política le llevan a usted a adoptar una posición critica y comprometida frente a los dilemas que le planteaba la historia en la década de los treinta. Esta posición fue primero contra el fascismo y a favor de la República en tiempos de la guerra civil; luego, desde el exilio en México por el mantenimiento de la lucha contra la dictadura franquista desde el exterior de España, pero también en la lucha política e ideológica en el interior del Partido Comunista de España. En la década de los cuarenta decide continuar su vocación literaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, pero en la década de los cincuenta se decide, finalmente, por la filosofía. A partir de ese momento, observando en forma retrospectiva la propia evolución de su pensamiento ¿cuáles señan, a su juicio, las etapas principales o los rasgos más notables por los que ha atravesado?
Respuesta. Si nos atenemos en la trayectoria de mi pensamiento filosófico a sus manifestaciones en la cátedra o en publicaciones diversas, puedo decirle para comenzar que tanto unas como otras son tardías, en contraste con mis expresiones juveniles, en España, tanto en la poesía como en colaboraciones periódicas antes, durante la Guerra Civil y los primeros años del exilio. La totalidad de mi obra filosófica —tanto en la docencia como en la investigación— se da más tarde, fuera de España, en México, ya bien entrado el exilio hasta nuestros días. Mis primeros ensayos filosóficos (Marxismo y existencialismo. Contribución a la dialéctica de la finalidad y la causalidad e ¡deas estéticas en los «Manuscritos económico-filosóficos» de Marx) datan de los primeros años de la década de los sesenta. Lo que quiere decir que incursiono, por primera vez, en el campo de la filosofía, frisando ya casi los 40 años. Esta tardía incorporación a la investigación filosófica, puede explicarse por las difíciles circunstancias en que tuvo que desenvolverse mi vida personal durante la guerra civil y el exilio en el que la necesidad de atender a trabajos inmediatos para subsistir, no dejaba tiempo para una seria labor de lectura, investigación y redacción.
Pero había otro factor negativo para ello que, a la postre, resultó positivo para esa labor. Mi actividad política militante, comunista, se daba en aquellos años en un marco ideológico y organizativo tan estrecho que, por su
rigidez, se convertía en un obstáculo insuperable para un impulso vivo, creador, dentro del marxismo. Hubo que esperar al XX Congreso del PCUS, que conmocionó a todos dentro y fuera del movimiento comunista mundial, para que se abrieran algunas ventanas por las que pronto se abrió el viento fresco de algunos marxistas occidentales, que yo pude aspirar y aprovechar, así como el que aportaban cnticos del marxismo desde fuera. Mi obra filosófica está vinculada al proceso de crítica y renovación del marxismo que se abre desde mediados de la década de los cincuenta. Y tratando de insertarme en él, mi pensamiento ha pasado por tres fases que puedo caracterizar así, tomando como punto de referencia —para tratar de superado— el marxismo oficial que dominaba entonces. Una primera fase, en la que mi atención se concentra en los problemas estéticos para someter a crítica la doctrina estética del «realismo socialista», y trazar los lincamientos de una concepción del arte como trabajo creador o forma específica de praxis (podemos ejemplificar esta fase con el libro Las ideas estéticas de Marx, de 1965); una segunda fase, en la que me pronuncio contra el materialismo ontológico del Dia-Mat soviético y propugno la concepción del marxismo como filosofía de la praxis (Filosofía de la praxis, 1967); y una tercera, en la que el centro de la reflexión lo constituye la experiencia histórica de la sociedad que, en nombre del marxismo y el socialismo, se ha construido como «el socialismo realmente existente» (el primer texto de este género es «Ideal socialista y socialismo real», de 1981, y el último, «Después del derrumbe», de 1992). Los campos temáticos de estas fases se entrecruzan cronológicamente. Mi último libro. Invitación a la Estética, se inscribe en la primera.
rigidez, se convertía en un obstáculo insuperable para un impulso vivo, creador, dentro del marxismo. Hubo que esperar al XX Congreso del PCUS, que conmocionó a todos dentro y fuera del movimiento comunista mundial, para que se abrieran algunas ventanas por las que pronto se abrió el viento fresco de algunos marxistas occidentales, que yo pude aspirar y aprovechar, así como el que aportaban cnticos del marxismo desde fuera. Mi obra filosófica está vinculada al proceso de crítica y renovación del marxismo que se abre desde mediados de la década de los cincuenta. Y tratando de insertarme en él, mi pensamiento ha pasado por tres fases que puedo caracterizar así, tomando como punto de referencia —para tratar de superado— el marxismo oficial que dominaba entonces. Una primera fase, en la que mi atención se concentra en los problemas estéticos para someter a crítica la doctrina estética del «realismo socialista», y trazar los lincamientos de una concepción del arte como trabajo creador o forma específica de praxis (podemos ejemplificar esta fase con el libro Las ideas estéticas de Marx, de 1965); una segunda fase, en la que me pronuncio contra el materialismo ontológico del Dia-Mat soviético y propugno la concepción del marxismo como filosofía de la praxis (Filosofía de la praxis, 1967); y una tercera, en la que el centro de la reflexión lo constituye la experiencia histórica de la sociedad que, en nombre del marxismo y el socialismo, se ha construido como «el socialismo realmente existente» (el primer texto de este género es «Ideal socialista y socialismo real», de 1981, y el último, «Después del derrumbe», de 1992). Los campos temáticos de estas fases se entrecruzan cronológicamente. Mi último libro. Invitación a la Estética, se inscribe en la primera.
(1996)
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